En papel. Galería
Espiral. Víctor Alba
``Quien no tiene memoria, se hace una de papel’’. Gabriel García
Marquez
La exposición consta de 22 piezas cuyo soporte es el papel,
siendo éste el nexo entre todas ellas.
El papel es sutil y frágil, que no débil; sincero y puro,
que no bruto.
El papel es pintura por sí sólo.
El papel es pintura por sí sólo.
El formato principal de la exposición, 112 x 76, acoge una
serie de lavados realizados este mismo año.
El lavado es una técnica directa, con un amplio contenido
pictórico. Los registros derivados del agua son recogidos por el papel, como
una suave caricia, o una cruel bofetada. Como un diario de abordo en el que se
escribe sin querer, y sin querer evitar.
La poesía de su proceso es evidente para quien lo trabaja.
En el papel tan sólo quedan los sedimentos. Es poesía contemplar que todo
depende del paso del tiempo, del pigmento depositado en el fondo, y no
arrancado por la fuerza del agua, pasajera. Poesía de lo volátil que es la
vida.
Son registros,
calidades muy plásticas que crean una
imagen fresca, potente y segura.
Lo mismo pasa con el siguiente formato, 70 x 50. Parte de
otro tipo de papel, Fabriano Pittura 400,
con más gramaje, y admite la posibilidad de trabajar con muchas más
capas. Son obras más duras, más pesadas,
cargadas de registros y texturas. Dignas para ser contempladas pulgada a
pulgada.
El formato menor de la exposición, 29,7 x 21, recoge una
serie de serigrafías intervenidas.
Partiendo de la misma base, la misma estampa, se consigue
variar el resultado final, costando creer ese origen conjunto del que parten
todas.
Las intervenciones se han realizado con técnicas variadas.
Desde el grafito o el collage, hasta la encáustica.
El motivo representado es Paisaje con árbol.
Este paisaje es una mera excusa para pintar. Un medio
utilizado para investigar sobre la propia pintura, sobre los materiales y su
diálogo. Pero no es una excusa vacía y volátil.
El discurso de Paisaje
con árbol está basado en el cambio. Dice que todo cambia y eso se refleja
en cada pieza, no repitiéndose nunca lo que en esencia es el mismo paisaje.
Un paisaje, aún de hoy para mañana, no es igual. Ya sea por
las circunstancias de su entorno –luz, erosión-, o por las del propio
espectador. Y extrapolándolo, no sólo el paisaje cambia, también nosotros cambiamos,
siendo este una metáfora -¿por qué no?- de nosotros mismos.
Por lo que es éste un concepto que crece, alimentándose, cuadro
tras cuadro, de la variedad de lo cambiante.
Es una exposición bonita, sugerente y aun a pesar de la
potencia de las obras, causa paz. Estoy muy satisfecho.
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