"En ocasiones, podemos llegar a sentir la callada respiración de los objetos,
sus tareas de ocultamiento. Liberadas del saqueo de los ojos, a veces las
cosas se constituyen en dilatadas sinestesias y nos franquean la puerta del
significado. Y, así, a través de esa mirada fundacional e interrogativa que
posee todo artista, lo invisible se desvela, entra en conversación, adquiere
cuerpo. A su modo, las cosas y los objetos se dejan pensar y nos piensan.
En A Mesa Puesta y sobre el mantel del Observatorio del Arte de Arnuero,
se nos convida a un banquete de singular y reflexiva belleza: la obra de dos
creadores de edades diferentes pero de indudables convergencias. Eloy
Velázquez nos ofrece una colección extraordinaria de esculturas, destinadas
específicamente para esta exposición, que nos regala la posibilidad de la
contemplación, esa mirada meditativa y custodiada como una verdad. Sobre
unas mesas de elevada y estrecha superficie, sostenidos por una invisible raíz,
emergen objetos y cosas que, en su aparente orfandad y silencio, encienden la
mirada del comensal: de la Mesa del Éxtasis a la Mesa de la Pasión marchita;
de la Mesa de las Cerezas a la de Dyonissos, pasando por la figurativa
abstracción de la Mesa de Homenaje a Morandi. Mesas que acogen el mirar y
en su interioridad se desposan con una realidad ajena a lo visible y a la
desazón del decir. Basta con que yo vea una cosa para que sepa unirme a ella
y alcanzarla, escribía Merleau-Ponty. En las manos de Eloy Velázquez los
objetos se alcanzan, se convierten en sujetos y, en su aparente desarticulación
nos revelan, más allá de su analogía, un relato condensado, una elipse
metafísica de presencias y ausencias, las desembocaduras fragmentadas del
tiempo.
Por su parte, la pintura de Víctor Alba nos abre el apetito del pensar.
Estamos ante una obra que reflexiona sobre la indefinida perfección de los
objetos, su borrosa naturaleza, el resplandor de su quietud. Mesas vestidas en
que lo vertical se difumina en vuelo y en las que percibimos las jerarquías de la
distancia. La bellísima Mesa puesta o Niepce como pretexto nos evoca aquella
imagen del primer fotógrafo de la historia. La Mesa ambigua de migas y la
Mesa del misterio nos vuelven a interrogar sobre el sentido y significado de lo
visible. La pintura de Víctor Alba dialoga con los objetos, sondea lo cotidiano,
entra en el abismo de su individualidad. Es la suya una pintura conversacional,
táctil. Sus mesas están ahí para sentarnos en torno a ellas y hacernos repensar
nuestras relaciones con las cosas y los objetos más allá de su uso. Apollinaire
decía que en un poema hay frases que no parecen haber sido “creadas”, sino
que parecen “haberse formado”. Algo semejante ocurre en la pintura de Víctor
y en las esculturas de Eloy, una irradiación de lo visible, un silencioso
surgimiento, la expresión de esa extraña carnalidad que tienen las cosas.
Mesas como cuerpos."
Fernando Abascal
En la Inauguración contamos con una performance de Isaac Cuende y Rosa Gil, un placer máximo.
Página del Diario Montañés. Gracias a Guillermo Balbona por la información.
Junto con Eloy Velázquez. Cuando alguien deja de ser profesor para convertirse en tu maestro.
Mesa de la flor marchita. Eloy Velázquez como pretexto. 2014. Mixta sobre tabla. 40 x 40 cm.
Mesa limpia y blanca. 2014. Técnica mixta sobre tabla. 40 x 40 cm.
La mesa puesta (Niepze como pretexto). 2014. Técnica mixta sobre tabla. 100 x 100 cm.
Mesa con mucha miga, 2014. 40x40. Óleo, encáustica y grafito sobre tabla.
Mesa del agua. 2014. Óleo y esmalte sobre lienzo. 81 x 65 cm.